viernes, 26 de diciembre de 2008

ARMONÍA FAMILIAR


El momento álgido de la cena familiar de esta Nochebuena tuvo lugar cuando C, mi hermano mayor, levantó la copa para dirigir un brindis (Nota: la foto pertenece a otro momento y lugar, no penséis que brindamos con caipirinhas en Navidad). Todos, puestos en pie, secundamos el gesto, imaginando las típicas palabras de índole navideña.
En efecto, al principio el cauce del mensaje fue el previsible, pero pronto sus palabras tomaron un giro inesperado que logró una asombrosa unanimidad en la atención del resto de los presentes:
“Y por nuestra boda (mi hermano miraba a su novia, junto a él), que tendrá lugar el 5 del 5 de 2010”. Y sonrió.
Toma sorpresa.
Durante unos instantes de absoluto silencio, con las copas de champán en alto, casi pudo percibirse cómo todos procesábamos aquel final, tan “novedoso” en un brindis convencional. Mi madre, ágil y diplomática, se apresuró entonces a felicitarles y a dar a la chica la bienvenida a nuestra familia, lo que nos ayudó a los demás a superar el estupor inicial y participar de las felicitaciones.
A pesar de la efusividad reinante, yo había tenido tiempo de asistir a la primera reacción de mi madre –esa que todos tenemos antes de que las convenciones y la educación la enmascaren-, un fugaz aunque elocuente fruncimiento de ceño. A ella la novia de mi hermano –divorciada con una hija, mayor y con una situación personal delicada- no le convence. Pero lo disimula con bastante acierto, consciente de que manifestar su desacuerdo solo empeoraría las cosas.
Mi hermano C no parece haber tenido suficiente protagonismo, y vuelve a intervenir:
“Ya que del resto de los hermanos ninguno parece decidido a casarse (nos mira), tengo que hacerlo yo por segunda vez”. (Y se ríe).
Desde luego no será fácil que a corto plazo haya más bodas -al menos con mujeres-, teniendo en cuenta que de los tres hermanos que quedamos solteros dos somos gays y el tercero un mujeriego impenitente. Y C también acierta al aludir a su segunda boda: se divorció hace un año y tiene una hija, mi sobrina A.
Bonito panorama.
¿Superará mi madre (que ya lo pasó fatal con la separación de C) una boda por lo civil?
Pero nadie pierde la compostura, claro. Otras familias son más pasionales a la hora de vivir los problemas y no dudan en sacar los trapos sucios a la menor ocasión provocando auténticas batallas. No es nuestro caso. La cena resulta de lo más apacible, porque todo el mundo mantiene las formas. Por nuestras miradas circulan secretos que no trascienden. Como consecuencia de una educación repleta de tabúes no estamos acostumbrados a compartir con nuestros padres los problemas, las dudas, las decisiones. La ventaja es que habitualmente la atmósfera que se respira en nuestras reuniones familiares es por ello muy tranquila. Lo trágico, sin embargo, es que mis padres están sentados ante cuatro desconocidos y no se dan cuenta.
Si los cuatro hermanos nos pusiéramos a contar lo que nuestros papás no saben… Yo podría aludir a las chicas que F se ha follado en el trastero de la casa paterna, a su espectacular colección de porno lésbico o a las diferentes novias que ha tenido simultáneamente; también podría homenajear a los soldados y no soldados que J se ha cepillado indiscriminadamente, o a su último novio madrileño que resultó que era chapero (él insiste en que no lo sabía, en fin…); incluso podría hacer referencia a ciertos hechos “oscuros” de la trayectoria sentimental de mi hermano mayor, un verdadero depredador heterosexual desde que tenía 13 años, con posibilidad no confirmada de abortos… Sí, podría hablar de todo eso.
Y ellos, claro, podrían contraatacar sacando a la luz mi programado turismo sexual aprovechando viajes con mi madre, o mi afición en el pasado a subirme chicos a casa de mis padres cuando estos se encontraban durmiendo la siesta y echar maravillosos polvos en mi habitación. Por ejemplo.
Menos mal que ni siquiera mis hermanos conocen las guarradas que hacía con el hijo heterosexual de los vecinos de rellano de mis padres, ni que me folló el hijo nadador de un matrimonio amigo de la familia, al que conduje al mismo trastero donde mi hermano Fernando se divertía con sus amiguitas… No, no saben nada de eso. Ni tampoco están al tanto de mi marcado fetichismo hacia la ropa interior, por ejemplo.
Menos mal.
Eso sí; cuando nos reunimos en familia, ofrecemos la estampa perfecta de una familia católica, apostólica y romana. Y eso es lo que cuenta, ¿no?

5 comentarios:

  1. Veo Byron que acabas de comenzar en esto. Y por lo que leo, vienes fuerte. ¿BIografía o ficción?
    Cuentas las cosas claras y apuntan interesantes. En "tu familia" se ve "novela". Explótala. Seguiré cayendo por aquí.

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  2. jajajaj!
    ¡Hay que reconocer que tienes muy buen gusto a la hora de seleccionar tus amores! ¡nadador! jajaj!!!!
    Como Julio César: Descubierto tu blog, será cuestión de seguir viniendo.
    Saludos. Angel

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  3. joder, joder, joder. Análisis impecable de la falsedad entrañable intrínseco a toda familia. Trapos sucios que son más bien humanos, errores congénitos, formalidad imperante.

    Brillante relato.

    SAludos

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  4. Me encantan las historias escondidas de tus hermanos y las tuyas también, por favor dejadme escribir la biografía de los cuatro! quiero detalles! jajaja

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  5. Sí, eso es lo que cuenta.
    Porque otra cosa noes familia, es circo. Y como nadie quiere ser director de un circo, sino padre de familia, todo el mundo convierte su nochebuena en bodevil.
    Y mientras los enanos no crezcan todo va bien.

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